¡Defender el
Pensamiento de Mariátegui de toda Tergiversación y Desarrollarlo en Función de
la Realidad Actual!
La Verdad se Busca en los Hechos
César Risso/Eduardo Ibarra
PREVIAMENTE
CITADO, el 17 de agosto de 2024 el suscrito César Risso se vio con Israel
Terry, quien le alcanzó una propuesta de Jaime Lastra, según la cual el CRJCM
estaba “invitado” a participar en “una escuela” que desarrollaría el siguiente
temario: 1) la coyuntura política y la necesidad histórica del partido del
proletariado; 2) el proceso de reconstitución del Partido Socialista fundado
por Mariátegui; y, 3) situación actual de la reconstitución. Según la
propuesta, el primer punto sería desarrollado por Ramón García (cabeza de un
grupo negador del marxismo-leninismo, del partido de clase, de la
Reconstitución, etc.); el segundo sería desarrollado por el suscrito Eduardo
Ibarra (miembro del CRJCM); y el tercer punto por César Risso (igualmente
miembro del CRJCM) y el propio Lastra (cabeza del grupo proponente de la
“escuela”, grupo distinguido, hasta ese momento, por su oportunismo de
derecha).
El objetivo de la “escuela”, según dijo
Terry, era “fortalecer un núcleo de dirección” que asumiera la tarea de
impulsar la Reconstitución. De esta forma el oportunismo de derecha del grupo
de Lastra devino liquidacionismo de derecha. Cualquier marxista puede entender
que amalgamar en un mismo organismo de tipo partidario a marxista-leninistas
(CRJCM) y liquidadores (grupos de García y de Lastra) equivale, sin discusión,
a liquidar el partido de clase y, por consiguiente, la propia reconstitución
del partido de Mariátegui.
Lo que vino después es historia que resumimos del modo siguiente: “Pronunciamiento” del CRJCM (con fecha del 31 de agosto de 2024 y publicado en la edición de CREACIÓN HEROICA del 1 de setiembre del mismo año); publicación en la edición del 1 de febrero de nuestro blog el artículo “El liquidacionismo de derecha de Jaime Lastra y la reconstitución del partido de Mariátegui”, de Eduardo Ibarra; publicación en el número 34 del blog que dirige Lastra de un artículo firmado por el “CCH”, pero escrito por el mencionado, así como el artículo “Breve comentario sobre un artículo de Eduardo Ibarra”, de Carlos Moreno; publicación en la edición de marzo de nuestro blog del artículo “Falsificaciones e infundios en defensa del liquidacionismo de derecha”, de César Risso, y el comienzo de la publicación en partes del artículo “El trasfondo de un artículo de Carlos Moreno”, de Eduardo Ibarra; un comentario de Carlos Moreno colgado en el índice, enviado por nosotros, de la edición de julio de CREACIÓN HEROICA.
Los cínicos recursos con los que, en su aludido artículo, Lastra pretendió negar su propuesta de constituir “un núcleo de dirección” como el indicado arriba, se explican no solo porque, como cualquier persona de mentalidad pequeño burguesa, no reconoce su caída en uno de los dos más extremos oportunismos, como es el liquidacionismo (el otro es el socialchovinismo), sino también, porque, según puede entenderse ahora, su propuesta de constituir el mencionado “núcleo” fue una iniciativa a espaldas de los activistas concurrentes a la “escuela”, que más tarde Lastra llamó “conferencias”. Este hecho pone al descubierto que todo lo que hace Lastra es engañar y utilizar a dichos activistas para consumar su plan de liquidar el partido de clase y, por lo tanto, liquidar la Reconstitución. Y todo esto, ¡precisamente a nombre de la Reconstitución! Así que ningún activista que se autoestime, puede seguir poniéndole las espaldas a Lastra para que cabalgue sobre ellas.
La reconstitución del partido de Mariátegui solo puede llevarse hasta el fin sin el liquidacionismo y contra el liquidacionismo. Esta es una verdad indiscutible para cualquier marxista.
Pues bien, volvamos al principio. Como marxistas sabemos
que la verdad se busca en los hechos, y lo reseñado en los dos primeros
párrafos del presente artículo son los hechos. Frente a ellos, solo caben dos
actitudes: revolcarse en la miseria moral que significa negarlos con las más escandalosas
falacias y las más viles calumnias, como han hecho Lastra y Moreno, o asumir
honradamente el reconocimiento de los mismos. Hoy Israel Terry se encuentra
ante esta disyuntiva. Si, por razones subalternas, asumiera la primera actitud,
los marxistas lo considerarán como tendrían que considerarlo; si asumiera la
segunda, ello significaría que en el grupo de Lastra todavía hay quien no se ha
olvidado que, en el plano de la conciencia, el marxismo es la dignidad del
hombre, y, en el plano de la política, la busca de la verdad en los hechos
expresa la condición revolucionaria de los luchadores de la causa proletaria.
31.08.2025.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda Tergiversación y Desarrollarlo en Función de la Realidad Actual!
El Trasfondo de un Artículo de Carlos Moreno
(Sexta Parte)
Eduardo Ibarra
AHORA BIEN, la vaciedad teórica del grupo de Lastra no podía sino dar lugar a una fraseología demagógica. Así, por ejemplo, Lastra invoca el marxismo, pero frente a cada cuestión concreta importante (tipo de partido que requiere el proletariado peruano, frente unido, Reconstitución, etc.), su posición no es marxista. Así, habla del partido de clase, pero, como hemos visto, toda su actividad de tipo partidario tiene el signo de una concepción que corresponde a un partido doctrinariamente heterogéneo y, por eso, prepara opinión pública a favor de este tipo de partido y hasta ha intentado concretarlo con su acariciado “núcleo de dirección”; habla del frente unido, pero toda su actividad frenteunionista tiene la impronta de una concepción que corresponde a un frente-amalgama y, por eso, es miembro de frentes reformistas; levanta la bandera de la Reconstitución, pero su falso marxismo y su mal disimulada intención de suprimir el partido de clase, prueban que su apuesta es contraria a la reconstitución del partido de Mariátegui.
Invocar en abstracto el marxismo-leninismo y, frente a cada cuestión concreta actuar en contra de sus principios, es una vieja treta que busca encubrir una posición contraria al marxismo. Así, por ejemplo, Jruschov invocaba con frecuencia el marxismo-leninismo mientras subvertía la dictadura del proletariado y restauraba el capitalismo. En el Perú, el PCP-Unidad también invoca desde hace décadas el marxismo-leninismo mientras aplica el revisionismo. Por eso, la experiencia histórica de la lucha del marxismo-leninismo contra el revisionismo, bien estudiada y bien reflexionada, debe servir para que los marxista-leninistas consecuentes puedan purgarse de toda inclinación a creer en las tretas de cualquier demagogo.
Así, pues, la fraseología demagógica de Lastra puede ser fácilmente captada si se compara su discurso con cada una de sus acciones concretas; claro que, quien no tenga la elemental capacidad de hacer esta comparación desde el marxismo-leninismo, está condenado a no darse cuenta nunca del oportunismo de nuestro nuevo liquidador.
Pero la fraseología que criticamos se revela también en los míseros recursos polémicos de Lastra. Ya en una nota al pie hemos señalado, con toda puntualidad, su intento de borrar de la memoria de los lectores su acción por la cual pretendió constituir un variopinto “núcleo de dirección”. Ahora agreguemos algo más sobre el punto.
En agosto de 2024 fuimos “invitados” por el grupo de Lastra a participar en una “escuela” que desarrollaría un preestablecido temario y cuyo objetivo era constituir “un núcleo de dirección” que acometiera la tarea de impulsar la Reconstitución. Este “núcleo” estaría formado, inicialmente, por el grupo liquidacionista de Ramón García, el grupo liquidacionista de Lastra y nuestro grupo marxista-leninista. Es decir, se nos proponía dar un primer paso orgánico con, se sobreentiende, el objetivo de constituir más adelante un partido doctrinariamente heterogéneo. Después, en setiembre, publicamos un “Pronunciamiento” del CRJCM rechazando el intento oportunista y, en febrero del presente, publicamos en nuestro blog el artículo “El liquidacionismo de derecha de Jaime Lastra y la reconstitución del partido de Mariátegui”, donde, con las pruebas en la palma de la mano, desenmascaramos el oportunismo de este personaje.
Sin embargo, mostrando su temperamento criollo, en el artículo “Alucinaciones y desilusiones” –muy mal escrito, dicho sea de paso–, Lastra pretendió encubrir el objetivo de su “invitación” con la palabreja “alucinación”, así como desacreditar la tipificación de su nueva posición como liquidacionismo con la palabreja “sambenito”.(54)
Esta actitud diversiva de Lastra da cuenta de su orfandad argumentativa, de su intento de ocultar lo inocultable, de su falta de escrúpulos, de su menosprecio por la inteligencia de los lectores y, en primer lugar, por la de sus propios allegados.
Todo esto revela empobrecimiento político y moral. Y, este empobrecimiento muestra la distancia que separa a Lastra del marxismo.
Pero esta situación de nuestro nuevo liquidador viene de
hace mucho. Ya en 2012, cuando fuimos víctimas de su boicot a la publicación de
nuestro libro El partido de masas y de
ideas de José Carlos Mariátegui, tuvo el descaro de recurrir al viejo truco
de victimizarse a efecto de lograr la conmiseración de los lectores y, al mismo
tiempo, de malquistarnos con los mismos. Entonces dijo lo que sigue:
… la sentencia condenatoria, que nos han dictado nuestros compañeros del Comité de Redacción del Blog Creación Heroica.
Desde luego, lo de “nuestros compañeros” es pura adulación, lo cual es propio de Lastra, con lo que solo muestra su condición de lagotero. Por otro lado, nuestra crítica a los métodos criollos que puso entonces en juego, no era ninguna “sentencia condenatoria”, sino apenas la revelación de su torcida fisonomía mental. Pues bien, igual que en 2012, ahora también se ha victimizado y hasta ha victimizado a su grupo.(55) En el artículo que comentamos, escribió lo siguiente:
Lamentamos que, dada su posición que exponemos, haya aniquilado a nuestro Comité Creación Heroica de su derecho a participar en ese probable proceso,(56) porque al colocarnos el sambenito de “liquidadores de derecha”, evidentemente nada tenemos que hacer en materializar la propuesta.
La verdad, sin embargo, es esta: el CRJCM no ha “aniquilado” el pretendido “derecho” del “Comité Creación Heroica de… participar en ese probable proceso” (Lastra se refiere a la propuesta de constituir un Comité de Coordinación que aparece en nuestro libro Algunas cuestiones sobre el partido del proletariado y la reconstitución del partido de Mariátegui), por la sencilla razón de que nunca, ni por un segundo, pensamos que el grupo de Lastra, oportunista de derecha hasta hace menos de un año y ahora liquidacionista, tenga el “derecho” de participar del proceso de la Reconstitución, por una razón muy simple y, por eso, muy fácil de entender: el liquidacionismo es tal precisamente porque intenta suprimir el partido de clase, como lo intenta Lastra con su política de conciliación con toda suerte de desviación del marxismo y como lo intentó, concretamente, en agosto de 2024, con aquello de constituir un doctrinariamente heterogéneo “núcleo de dirección”. En este intento, hay que subrayarlo, iba implícita la intención de anular al CRJCM como fuerza que impulsa la Reconstitución. No, Jaime Lastra, procedes con una torpeza monumental: hace ya muchos años atrás tú mismo convertiste a tu grupo en un colectivo caracterizado por una desviación de derecha, y hace algo más de diez meses lo has hecho caer al lodazal del liquidacionismo. Es, pues, demasiada desvergüenza, demasiado cinismo, demasiado creídismo que creas que tu grupo tiene el “derecho” de participar en la reconstitución del Partido. Tienen este derecho los activistas y grupos que mantienen una posición de verdadera adhesión al marxismo-leninismo y a la Creación Heroica de Mariátegui, y que, por eso, luchan por concretar la reconstitución del partido de clase de Mariátegui, y no los que tienen una posición oportunista cualquiera con respecto a la verdad universal y a nuestra verdad particular. Con tu mal encubierto liquidacionismo, todo lo más que puedes lograr es fundar una “juntucha”, aunque a este engendro puedas llamarle “partido reconstituido”. Lo que hicimos en nuestro artículo “El liquidacionismo de derecha de Jaime Lastra…”, fue desarrollar la necesaria crítica a la asunción del liquidacionismo por este personaje. Este era nuestro deber. Pero, claro, Lastra no es capaz de entender esta crítica, por la sencilla razón de que hace ya mucho dejó de pensar como marxista y, por eso, piensa las cosas relativas a la reconstitución del partido como un liberal burgués.
Lastra continúa su artículo diciendo lo que sigue:
Eduardo Ibarra expone sus desacertadas ideas políticas respecto del c. Jaime Lastra, e indirectamente contra el Comité Creación Heroica…
¿Desacertadas? ¿Por qué desacertadas? Lastra no ha sido capaz de demostrar su calificación de nuestras ideas acerca de su persona y, por eso, ha lanzado palabras al viento porque la única arma que tiene para intentar descreditar nuestra crítica a su liquidacionismo es su retórica vacía. Por eso es necesario preguntar: ¿acaso no es cierto que, mostrando su temperamento criollo, desde 2010-2011, nuestro nuevo liquidador cometió todas las trapacerías recapituladas ya en el presente artículo? ¿Acaso no es cierto que escribió una vergonzosa argumentación de su falso “marxismo-leninismo-maoísmo”? ¿Acaso no es cierta su política de paz con todas las desviaciones del marxismo? ¿Acaso no es cierto que, con sus ideas liberal-burguesas de que “No es Malo ser…” y de que hay que compartir “la misma doctrina” y un “proyecto común” con el oportunismo, reveló su apuesta por un partido doctrinariamente variopinto? ¿Acaso no es cierto que, con estas ideas burguesas, en cierto espacio ha creado opinión pública a favor de este tipo de partido? ¿Acaso no es cierto que, durante aproximadamente una década, perdió el tiempo participando activamente en las reuniones organizadas por el grupo de Ramón García que tenían como exclusivo objetivo suprimir el partido de clase? ¿Acaso no es cierto que promueve la participación en todos los eventos y en todas las acciones de todas las tiendas políticas activas en el país, lo cual, como es obvio, incluye los eventos y acciones de los grupos y partidos oportunistas? ¿Acaso no es cierto que su política de frente unido es de “unidad sin lucha” y de la más indigna adulación? ¿Acaso no es cierto que su intento de constituir un variopinto “núcleo de dirección” significó su caída en el liquidacionismo de derecha? ¿Acaso no es cierto que, con este intento, buscó anular al CRJCM como fuerza que lucha por el partido de clase y la Reconstitución? ¿Acaso no es cierto que, al haber titulado su blog con el mismo nombre del nuestro, induce a confusión al público lector, y que, así, deliberadamente, introduce una cuña en nuestro trabajo de propaganda? ¿Acaso no es cierto que ha sido incapaz de defender la Creación Heroica de Mariátegui, de actualizarla y desarrollarla conforme a las exigencias de la realidad actual? ¿Acaso no es cierto que ha tergiversado y hasta se opone a la Creación Heroica de Mariátegui? ¿Acaso no es cierto que es partidario del frente-amalgama y que, por eso, participa alegremente en frentes electoreros? ¿Acaso no es cierto que en el plano teórico se muestra ecléctico y que publicita posiciones de revisionistas a lo Jruschov y hasta copia ideas de los liquidadores del grupo de García y de algunos otros grupos? ¿Acaso no es un hecho que comete entrismo en organismos partidarios y en frentes políticos?(57) ¿Acaso no son evidentes su temperamento criollo, sus métodos antimarxistas, su retórica engañosa? ¿Acaso no es innegable su gusto pequeño burgués por la popularidad? ¿Acaso no es evidente su soberbia, igualmente pequeño burguesa, que se expresa, entre otras cosas, en su falta de espíritu autocrítico? ¿Acaso él mismo, con sus métodos criollos, no ha probado ser deshonesto?(58) ¿Acaso no es cierto que, con todo lo afirmado hasta aquí, se revela como contrario a la Reconstitución?
Esta es la actitud “tónica” de Lastra. Juzgue, pues, el lector.
Notas
[54]
Es expresivo el hecho de que tanto en 2014 (cuando se vio en la situación de
tener que defenderse de nuestras fundadas críticas) como ahora (cuando hemos
demostrado su liquidacionismo de derecha), Lastra utilice los mismos recursos
antimarxistas. A fin de desacreditar nuestras críticas, en 2014 escribió esta
frase: “no hay que confundir presunciones con realidades”. Y, ahora, dice que
su liquidacionismo es una “alucinación” nuestra. Además, igual que en 2014,
ahora también utiliza la palabra “sambenito” para hacer creer que la justa
tipificación de su actual posición como liquidacionismo es nada más que una
difamación. Etcétera. Así, pues, Lastra ha demostrado tener un repertorio fijo
de palabras y frases que utiliza indistintamente para intentar descalificar
cualquier crítica que se le haga. Esto muestra no solo su incapacidad para
sostener un debate de ideas, sino también su irresistible proclividad a poner
el mundo al revés. ¡Este es su buscar la verdad en los hechos!
[55]
Al principio de su artículo Lastra escribió: “De su contenido [se refiere a
nuestro artículo “El liquidacionismo de derecha de Jaime Lastra…”] la intención
del autor sería el ‘advertir y prohibir’ con relación al tema de la
reconstitución del Partido…” A más de ser esta afirmación una expresión más de
su cobarde costumbre de victimizarse, la misma insinúa que la frase advertir y
prohibir es nuestra, pues, como ha podido ver el lector, está entrecomillada;
así, pues, además de victimizarse, también desde el principio de su artículo Lastra
instaló la calumnia en su artículo.
[56]
Observe el lector la frase de Lastra: “probable proceso”, o sea que, según su
parecer –o más bien según su deseo– nuestra convocatoria a constituir un
“Comité de Coordinación” es apenas un “probable proceso”. Y así escribía
Lastra, cuando, precisamente, los trabajos por constituir este Comité están en
curso desde entonces.
[57]
Este entrismo, política seguida por Bakunin en el Primera Internacional y por
Trotsky en el partido bolchevique, es la política “genuina y sincera” de
Lastra.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui
de toda Tergiversación y Desarrollarlo en Función de la Realidad Actual!
La Lucha Interna del Partido Proletario
(Tercera Parte)
E. I.
El culto a los libros de los liquidadores
Los liquidadores, que se publicitan a sí mismos como antidogmáticos, prueban su culto a los libros, es decir, su dogmatismo: 1) al descalificar el término revisionismo con el pretexto de que no aparece en los primeros cuatro tomos de las Obras escogidas de Mao; 2) al negar la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP con el pretexto de que el término marxismo-leninismo «sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM»; 3) al querer invalidar el término base de unidad partidaria porque, según dice Aragón, no se encuentra en la tradición marxista, es decir, en la literatura marxista; 4) al cuestionar el concepto de lucha entre las dos líneas porque, según el cuestionador, no aparece en los primeros cuatro tomos de las Obras escogidas de Mao; etcétera.
Estos hechos prueban que el contenido principal de las posiciones de García y sus repetidores es el revisionismo, y su contenido secundario el reseñado dogmatismo.
En el caso de Aragón, este dogmatismo presenta algunas notas particulares en punto al concepto de lucha entre las dos líneas.
Como se ha visto, nuestro articulista dice que «Si revisamos los cuatro primeros tomos de las Obras Escogidas de Mao Zedong…». Pero ocurre que, como ya quedó demostrado, en el tercero de tales tomos se encuentra el término lucha entre las dos líneas, por lo que su afirmación en el sentido contrario solo puede entenderse como la intención de sorprender al lector o, en su defecto, como que Aragón no revisó en realidad los aludidos tomos.
Supongamos que lo que ocurrió fue lo segundo, o sea, que Aragón procedió irresponsablemente.
En este caso, le aconsejo con un verso de Julio Carmona: «Nunca escribas sin leer».
Pero, en la medida en que el término lucha entre las dos líneas se encuentra en la obra de Mao, Aragón se ha revelado como uno de esos «mediocres comentaristas» de la literatura maoísta, a los que él mismo alude en su artículo1.
En segundo lugar, la afirmación de nuestro articulista según la cual el concepto de lucha entre las dos líneas «no forma parte de la rica tradición del movimiento socialista», revela una actitud contraria al marxismo.
En
el artículo «Reivindicación de Jorge Manrique», Mariátegui
escribió:
Con su poesía tiene que ver la tradición, pero
no los tradicionalistas. Porque la tradición es, contra lo que desean los
tradicionalistas, viva y móvil. La crean los que la niegan, para renovarla y
enriquecerla. La matan los que la quieren muerta y fija, prolongación de un
pasado en un presente sin fuerzas, para incorporar en ella su espíritu y para
meter en ella su sangre2.
Y, en el artículo «Heterodoxia de la tradición», agregó:
No hay que identificar a la tradición con los
tradicionalistas. El tradicionalismo –no me refiero a la doctrina filosófica
sino a una actitud política o sentimental que se resuelve invariablemente en
mero conservantismo– es, en verdad, el mayor enemigo de la tradición. Porque se
obstina interesadamente en definirla como un conjunto de reliquias inertes y
símbolos extintos. Y en compendiarla en una receta escueta y única3.
La tradición del movimiento comunista (oportunistamente Aragón habla de movimiento socialista)4, es una tradición viva y móvil, sencillamente porque el desarrollo del marxismo implica la creación de nuevas ideas, nuevas tesis, nuevas teorías, todo lo cual implica la aparición de nuevos conceptos y, por lo tanto, de nuevos términos. Así, por ejemplo, en Marx, Engels, Lenin y Stalin, no se encuentra el término lucha entre las dos líneas; pero Mao acuñó este término a fin de expresar la contradicción antagónica en el Partido.
Y, como se sabe bien, con toda justicia dicho término se ha consagrado en la literatura marxista.
Pero Aragón dice que el término lucha entre las dos líneas no existe en los primeros cuatro tomos de las Obras escogidas de Mao y, con esta falacia, intenta descalificar el término acuñado por el gran dirigente proletario.
El trasfondo del argumento de nuestro articulista es su concepción de la tradición marxista como una tradición muerta y fija.
Y, al negar la vivacidad y la movilidad de la tradición marxista, Aragón se revela como enemigo de la misma.
Por lo tanto, no es tradicionista, sino tradicionalista; así, pues, Aragón ha revelado su actitud conservadora con respecto a la tradición marxista.
Los liquidadores y el revisionismo
Como hemos visto, los liquidadores descalifican el concepto de revisionismo.
Ocurre, sin embargo, que, según analizó Lenin, el revisionismo: 1) no es una mera casualidad ni una equivocación de algunas personas o ciertos grupos: 2) no se debe a la influencia de las particularidades o tradiciones de uno u otro país; 3) tiene sus motivos en el régimen económico y en el carácter del desarrollo del conjunto de los países capitalistas; 4) es el producto social de toda una época histórica, de la época del imperialismo y de la revolución proletaria; 5) es un fenómeno inevitable por estar condicionado por determinadas raíces de clase; 6) tiene por base social la pequeña producción, la pequeña burguesía, así como las capas privilegiadas de la clase obrera; 7) surge de la movilidad social de la pequeña burguesía hacia el proletariado; 8) es un fenómeno internacional.
Compare el lector estos sustanciosos conceptos de Lenin, con la indigencia de los argumentos de los liquidadores: el término revisionismo es, generalmente, un adjetivo que expresa solamente el estado de ánimo de quien lo utiliza (García); este término no aparece en los primeros cuatro tomos de las Obras escogidas de Mao (García); «es una palabreja» (Aragón); es «una percepción afiebrada» (Gustavo Fernández).
Pero, como
veremos enseguida, en Aragón hay otro aspecto de la cuestión que es menester
analizar. Dice él:
Para practicar la lucha en dos frentes, no hay necesidad de ser “dogmático”, ni tampoco “antidogmático”.5 Mariátegui nos dejó ese ejemplo, aunque muy pocos se han preocupado en estudiarlo en forma integral, solamente se ha divulgado, de manera unilateral, su lucha contra el revisionismo europeo de los años ’20 (ver primera parte del libro).6
Es decir, mientras por un lado nuestro articulista destaca la lucha de Mariátegui contra el dogmatismo, por el otro sostiene que el libro Defensa del marxismo representa una «lucha contra el revisionismo europeo de los años ‘20», intentando así extrañar el valor de dicho libro de nuestra realidad particular y, por consiguiente, de nuestra necesidad ideológica.
(Entre paréntesis: distorsionando el alcance
anti-revisionista de Defensa del marxismo,
Aragón esgrime el argumento de que el contenido de este libro es una crítica al
«revisionismo europeo
de los años ‘20»,
sugiriendo así que dicha crítica no nos concierne. Así, pues, la
sofística de Aragón apunta a descalificar Defensa
del marxismo como el libro en el cual Mariátegui sentó las bases de la
construcción ideológica del PSP. Pero ocurre que la verdad de este
libro es que en sus páginas se defiende el marxismo de los ataques del
revisionismo, al tiempo que se sustenta el marxismo-leninismo como la doctrina
del proletariado. En efecto, en Defensa
del marxismo Mariátegui sostiene que el leninismo es un desarrollo del
marxismo de valor universal: «…
Lenin aparece,
incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista,
cualesquiera sean las dudas que a este respecto desgarren al autor de Más allá del Marxismo. La revolución rusa constituye, acéptenlo o no los
reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en
ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que
ir a buscar la nueva etapa marxista» (pp. 21-22; negritas en el original; cursivas
mías). «Con
lenguaje bíblico el poeta Paul Valery expresaba así en 1919 una línea
genealógica: “Y éste fue Kant que engendró a Hegel, el cual engendró a Marx, el
cual engendró a…” Aunque la revolución rusa estaba ya en acto, era todavía muy
temprano para no contentarse prudentemente con estos puntos suspensivos, al
llegar a la descendencia de Marx. Pero en
Aragón niega, pues, la tesis leninista sobre el carácter internacional del revisionismo –y por lo tanto la necesidad internacional de la lucha contra dicha desviación, hay que agregar–, tesis comprobada miles de veces por la práctica de la lucha de clases.7
Silenciando el revisionismo y, de esta forma, escamoteando la lucha contra esta desviación que, desde hace tiempo es el peligro principal en el movimiento comunista internacional y nacional, prácticamente nuestro articulista convierte la lucha en dos frentes en una lucha en un solo frente.8
Con el pretexto de la «lucha» contra el dogmatismo, los liquidadores: 1) han renegado del marxismo-leninismo; 2) falsifican la filiación marxista-leninista de Mariátegui; 3) niegan el carácter de clase del PSP; 4) sostienen la acción legal municipal como presunto camino al socialismo; 5) mistifican el concepto mariateguiano de un «partido de masas y de ideas»; 6) reniegan del partido de clase promoviendo un partido doctrinariamente heterogéneo; etcétera, etcétera.
Es decir que, con su falsa lucha contra el dogmatismo, los liquidadores intentan ocultar su revisionismo.
Como seguramente se sabe, Lenin desenmascaró esa treta típicamente revisionista:
Usar el pretexto de librarse de las cadenas de los “dogmas” es una estratagema muy cómoda para abandonar el marxismo-leninismo. Hace mucho tiempo Lenin puso al desnudo esta treta empleada por los revisionistas. El dijo: “¡Cuán cómoda es esta palabrita: ‘dogmático’! Basta con desfigurar ligeramente la teoría enemiga, ocultar esta desfiguración tras el espantajo de ‘dogmático’, –y ¡asunto concluido!”.9
Así, pues, el antidogmatismo de los liquidadores es completamente espurio y, todavía más, contiene, como hemos visto arriba, uno de los rasgos más chatos del dogmatismo: el culto a los libros.
Pero hay más. Hablando sobre la lucha de Mariátegui contra el dogmatismo y bastardeando su lucha contra el revisionismo, Aragón sugiere que el peligro principal en el movimiento comunista internacional es el dogmatismo,10 cuando, como se sabe, teniendo en cuenta las condiciones del imperialismo que engendran revisionismo, los efectos negativos del trabajo legal no dirigido por una firme dirección marxista-leninista y la experiencia histórica de la aparición del revisionismo en la sociedad socialista, después de la segunda guerra mundial el movimiento comunista internacional señaló, con toda razón, que el peligro principal en su seno es el revisionismo (ver las Declaraciones de Moscú de 1957 y 1960); y, como ya subrayé, esta situación no cambió sino que, por el contrario, se agravó con el desborde del revisionismo contemporáneo y la sucesiva aparición de sus epígonos.
Así, pues, actualmente el peligro principal en el movimiento comunista es el revisionismo que, como sabemos, en todas partes se ha convertido en un escollo en la lucha por el poder y que, usurpando el poder en el socialismo, restauró el capitalismo; por consiguiente, el dogmatismo es el peligro secundario en el movimiento comunista.
_________
(1) En efecto, dirigiéndose a su congénere Gustavo
Pérez, Aragón escribió: «Te recomiendo volver a leer las obras fundamentales de
Mao Zedong, revisando sus textos originales, y no las opiniones de sus mediocres comentaristas» (cursivas
mías). Por eso sostengo que uno de esos «mediocres comentaristas» es,
precisamente, el propio Aragón, quien ha revelado esta condición suya no solo
con su afirmación de que en los primeros cuatro tomos de las Obras escogidas de Mao no aparece el
concepto de lucha entre las dos líneas y por confundir este método con un
estilo, sino también en el hecho de que, con notoria servidumbre, repite el
ardid de García de descalificar el término revisionismo porque no se encuentra
en los aludidos tomos, mostrando de este modo que, en su momento, no fue capaz
de darse cuenta de que, en cambio, en los mismos sí aparece el concepto de
revisionismo (y esta es la esencia de la cuestión), como tuve oportunidad de
demostrarlo en mi artículo Nuevas
falacias de Aragón y algo más que eso.
(2)
El artista y la época, Lima, 1988,
pp. 129-130.
(3)
Peruanicemos al Perú, Lima, 1988, pp.
162-163.
(4)
Cualquier marxista podría hablar de
movimiento socialista, si con este término se refiere al movimiento comunista
(en el que, por razones obvias, no están ni pueden estar considerados los
revisionistas); sin embargo, dadas las circunstancias, hay que reconocer que
aquel término deja mucho margen a la confusión, por lo que su uso es
inadecuado. Pero Aragón utiliza el término movimiento socialista para referirse
a un revuelto de marxistas y revisionistas; en esto reside el carácter
oportunista que tiene en sus labios dicho término.
(5)
No me extenderé aquí sobre aquello de
que «Para practicar la lucha en dos frentes, no hay
necesidad de ser ‘dogmático’, ni tampoco ‘antidogmático’», pues basta señalar
que se trata de una frase con una absoluta falta de sentido.
(6)
Defensa del Marxismo.
(7)
Lenin apuntó sobre un rasgo de la internacionalidad del revisionismo: «Antes, las discusiones entre lassalleanos y
eisenacheanos, entre guesdistas y posibilistas, entre fabianos y
socialdemócratas, entre partidarios de ‘La Voluntad del pueblo’ y
socialdemócratas eran discusiones puramente nacionales, reflejaban particularidades
netamente nacionales, se desarrollaban, por decirlo así, en distintos planos.
Actualmente (ahora se ve esto bien claro), los fabianos ingleses, los
ministerialistas franceses, los bernsteinianos alemanes, los críticos rusos son
una sola familia; se ensalzan mutuamente, aprenden los unos de los otros y, en
común, luchan contra el marxismo “dogmático”.» (¿Qué hacer?, en Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1970, t. I, p. 122,
nota). Estos conceptos del jefe de la revolución rusa pueden ser entendidos en
todo su alcance por cualquiera que haya reflexionado un poco siquiera sobre las
diferencias entre la época del capitalismo competitivo y de la preparación del
proletariado para la revolución y la época del imperialismo y de la revolución
proletaria.
(8)
En efecto, en su argumentación el término oportunismo de derecha no tiene
ninguna sinonimia con el término revisionismo y, por lo tanto, aquel término
aparece como algo indefinido, confuso, impreciso, incierto, gaseoso.
(9)
Citado en Una vez más sobre nuestras
divergencias entre el camarada Togliatti y nosotros, ELE, Pekín, 1963, p.
181.
Nota:
El texto que sigue a continuación fue publicado hace algunos meses en estas mismas páginas. Ahora, ampliado y corregido, ha sido incorporado al libro inédito Defensa de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui.
01.07.2025
Comité de Redacción.
El Concepto
Mariateguiano de un Perú Integral
(Primera parte)
E. I.
EN EL ARTÍCULO «Réplica a Luis Alberto Sánchez», José Carlos Mariátegui escribió:
He constatado la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla. No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral. Aquí estamos… los que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo. (Ideología y política, p. 222).
Por cuanto la frase «Perú integral» ha sido llevada y traída por algunos autores sin que previamente hayan procedido a determinar exactamente el concepto que encierra, es decir lo que Mariátegui sostuvo con ella, en las presentes líneas intentaremos contribuir al correspondiente esclarecimiento.
Como es obvio, dicho propósito no sería posible sin tener en cuenta tres cuestiones del pensamiento de Mariátegui. Primo, su filiación marxista-leninista que hizo que, en la «Advertencia» a 7 ensayos, dejara en negro sobre blanco esta afirmación:
Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano.
Secondo, estos conceptos sobre la relación entre el nacionalismo, la nación y el socialismo:
… el nacionalismo de
los pueblos coloniales –sí, coloniales económicamente, aunque se vanaglorien de
su autonomía política– tiene un origen y un impulso totalmente diversos [al del
nacionalismo de las naciones imperialistas]. En estos pueblos [en los pueblos
coloniales], el nacionalismo es revolucionario y, por ende, concluye con el
socialismo. En estos pueblos la idea de la nación no ha cumplido aún su
trayectoria ni ha agotado su misión histórica. (Ob. cit., p. 221).
Terzo, la siguiente aserción sobre la revolución latinoamericana:
La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: «antiimperialista», «agrarista», «nacionalista revolucionaria». El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos. (Ob. cit., pp. 247-248).
Por consiguiente, es menester poner atención en que, dado su marxismo, Mariátegui: 1) tenía la ardiente aspiración de concurrir a la creación del socialismo peruano; 2) entendía que, en el proceso de la revolución de los pueblos coloniales, el nacionalismo es revolucionario y concluye con el socialismo (considerado el proceso en su curso general); 3) consideraba que en tales pueblos la idea de la nación no ha cumplido aún su trayectoria ni ha agotado su misión histórica; 4) que, por eso, la revolución latino-americana (y, en general, la revolución democrática en nuestra época), es parte de la revolución socialista mundial; 6) que, por lo tanto, en nuestra época la revolución democrática se encuentra supuesta, antecedida y abarcada por el socialismo.
En la nota autobiográfica «Del autor», Mariátegui escribió:
Prepara actualmente un libro sobre política e ideología peruana que será la exposición de sus puntos de vista sobre la Revolución Socialista en el Perú… (Ideología y política, p. 15).
Pero esta caracterización de la revolución peruana como socialista, no le impidió reconocer las dos etapas de la misma. Por eso, dejó escrito lo que sigue:
Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria. (Ob. cit., p. 162).
Es decir, Mariátegui entendió la revolución peruana como una revolución socialista con dos etapas.(1)
Por lo demás, no hay que ignorar que la primera de estas etapas comprende la solución de todo un círculo de problemas: la dualidad histórica, la opresión imperialista, la célula económica del Estado, la educación, el desarrollo de las fuerzas productivas, etcétera, etcétera. Por eso, cuando, después de declarar, en su polémica con Luis A. Sánchez, su ideal de un Perú Integral, Mariátegui escribió: “Aquí estamos… los que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo”, hay que entender que con la frase “Perú nuevo” se refirió al Perú que derivará del triunfo de la revolución democrático burguesa.(2) Es claro, entonces, que el concepto de revolución democrático-burguesa es más amplio que el concepto de cualquiera de sus componentes. Por lo tanto, una parte, por ejemplo el Perú Integral, no puede suplantar al todo, es decir, a la propia revolución democrático burguesa.
Mariátegui observó:
En el Congreso indígena, el indio del norte se ha encontrado con el indio del centro y con el indio del sur. El indio, en el Congreso, se ha comunicado, además, con los hombres de vanguardia de la capital. Estos hombres lo tratan como a un hermano. Su acento es nuevo, su lenguaje es nuevo también. El indio reconoce en ellos, su propia emoción. Su emoción de sí mismo se ensancha con este contacto. Algo todavía muy vago, todavía muy confuso, se bosqueja en esta nebulosa humana, que contiene probablemente, seguramente, los gérmenes del porvenir de la nacionalidad. (Peruanicemos al Perú, p. 46).
Aquí el fundador del PSP analiza los gérmenes del proceso de constitución de la nación peruana por la vía de la fusión de la actividad de las masas trabajadoras y el socialismo. Luego, como es natural que ocurriese, la lucha de clases hizo lo suyo, y tales gérmenes fueron dando sus frutos, determinando así el surgimiento, la configuración y el desarrollo de la tradición socialista. Pero, por diversas causas que no es posible analizar en estas líneas, la revolución peruana se ha atrasado y, en la última década del siglo XX, el Perú devino nación por la vía del capitalismo.
Mariátegui consideraba, como hemos visto ya, que en los países oprimidos la idea de la nación no ha cumplido aún su trayectoria ni ha agotado su misión histórica, es decir que, en nuestra época, no obstante ser una tarea teóricamente burguesa, en aquellos países es prácticamente asumida por el proletariado.
Pero, como ha quedado sugerido, el atraso de la revolución en un país oprimido puede dar lugar a que el movimiento espontáneo del capitalismo termine constituyendo la nación. Precisamente esto es lo que ha ocurrido en el Perú, y en consecuencia es natural que el resultado no presente las notas que hubiera presentado de haberse concretado por la vía del socialismo.
Así, pese a la constitución de la nación peruana, la gran burguesía, la burguesía media y una parte de la pequeña burguesía, se muestran prácticamente contrarios al valor y a la vigencia de la tradición andina. Solo la revolución democrático-burguesa –o revolución de nueva democracia o revolución novodemocrática– concretará, en su integralidad, los elementos fundamentales de sus tradiciones en el cuerpo entero de la sociedad. Es esta integralidad, según revela el análisis, lo que encierra el concepto mariateguiano de «un Perú integral». Por eso, Mariátegui no anidaba ninguna ilusión de que la burguesía pudiera consumar «un Perú integral». El siguiente aserto de él mismo confirma el nuestro:
La reivindicación que sostenemos es la del trabajo… El obrero urbano es un proletario: el indio campesino es todavía un siervo. Las reivindicaciones del primero… representan la lucha contra la burguesía; las del segundo representan aún la lucha contra la feudalidad. El primer problema que hay que resolver aquí es, por consiguiente, el de la liquidación de la feudalidad… (Ob. cit., p. 222).
Quienquiera puede percatarse de que aquí la palabra reivindicación no está utilizada en el sentido restrictivo de reivindicación inmediata, sino con el alcance de representar las reivindicaciones fundamentales de la revolución de acuerdo al cuadro del tiempo de Mariátegui: derrocamiento de la burguesía y liquidación de la feudalidad, o, para decirlo desde otro ángulo, la instauración de la nueva democracia, que, como está claro en la cita precedente, comprende también la liquidación del régimen burgués y, por lo tanto, de la opresión imperialista. Así, el Perú Integral aparece en el pensamiento de Mariátegui como lo que es: un producto, entre otros, de la primera etapa de nuestra revolución socialista.
No obstante haberse retrasado la revolución peruana, es un hecho que ella se mantuvo latente por la explosividad de la lucha campesina contra la explotación feudal. Esta latencia determinó, ya a fines de la década de 1960, que, mediante la aplicación de una reforma agraria de carácter terrateniente-burocrático-corporativa, el régimen militar de Velasco terminara por desactivar la vieja semifeudalidad reemplazándola por una nueva forma de semifeudalidad como la que se dio con las empresas asociativas. Sin embargo, en el quinquenio 1985-1990, el campesinado y la acción armada del PCP-SL terminaron por liquidar la estructura semifeudal de nuestra economía agraria. Esta liquidación fue el resultado final de la larga lucha campesina contra la semifeudalidad, muy evidente desde los años veinte del siglo pasado (con algunos antecedentes, como por ejemplo la rebelión de Atusparia) y continuada después, sobre todo durante los años cincuenta y sesenta, y que, finalmente, en los ochenta, al liquidar la segunda semifeudalidad, dio lugar a la expansión y a la formación definitiva del mercado interior y a delinear más claramente los otros elementos que hacen una nación, aunque con las limitaciones impuestas por el carácter burgués del proceso.
Así, pues, la formada nación peruana lleva la impronta de la burguesía: de su economía, de su política, de su moral. Los campesinos «indígenas» fueron asimilados a la nación, pero como una realidad ineludible y embarazosa, no como «el cimiento de nuestra nacionalidad» (Mariátegui). Por eso, tanto nuestro problema primario como nuestra dualidad histórica no han sido integralmente resueltos y, por consiguiente, no obstante ser ya el Perú una nación, no puede hablarse todavía de «un Perú Integral».
Nuestro problema primario ha quedado irresuelto en términos integrales, porque la burguesía ejerce su dominio de clase en la economía agraria. Por eso, la solución de nuestro problema primario pasa por la nacionalización de la tierra, es decir, por la tierra nacional y, en consecuencia, por un usufructo de la misma que signifique la implementación del socialismo en nuestra agricultura, implementación que no tendría por qué impedir la pequeña propiedad agraria, transitoriamente compatible con el socialismo temprano.
Nuestra dualidad histórica también ha quedado irresuelta en términos integrales, porque la población «indígena» fue incorporada a la nación como subalterna, consecuencia natural del imperante régimen capitalista. Así, las formas de trabajo solidario propias de la tradición andina, no han sido generalizadas en la actividad productiva ni en la vida social de la nación. De hecho, solo con el socialismo esta tradición alcanzará el necesario reconocimiento y, presente a nivel nacional, será un signo del Perú Integral.
Así, pues, nuestra revolución tiene todavía la tarea de concretar la integralidad de los dos problemas mencionados, y de esta forma hacer que los «indígenas» sean actores de la construcción del socialismo, y que, por eso, nuestro socialismo signifique, entre otras cosas, el desarrollo de sus «hábitos de cooperación y socialismo», y sobre esta base firme su «libre resurgimiento», la posibilidad real de que tenga lugar «la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos» (Mariátegui).
Es necesario insistir: el Perú Integral no es la revolución misma, sino un producto de ella, un resultado de su victoria; no equivale a revolución de nueva democracia; es, pues, concretamente, un producto de esta etapa de nuestra revolución socialista.
Notas
[1]
Para mayor detalle sobre el tema, puede verse nuestro folleto «Mao
y Mariátegui».
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda Tergiversación y
Desarrollarlo en Función de la Realidad Actual!
El «Buen Viaje» de los Liquidadores
E. I.
DESDE HACE DÉCADAS Ramón García utiliza el fácil recurso de desearles «buen viaje» a sus críticos, intentando producir la impresión de que el que está de «buen viaje», desde siempre y para siempre, es él. Esta actitud petulante y egocéntrica le sirve también para engañar a sus seguidores e incluso para engañarse a sí mismo. Entre sus seguidores, como consecuencia, se ha observado el uso del aludido recurso, y es momento de hacer un balance, así sea sumario, del «buen viaje» de García y demás liquidadores. Veamos, pues, qué dicen los irrefutables hechos históricos.
Como no puede dejar de saberlo nadie que haya vivido la lucha interna del Partido en la primera mitad de los años setenta o que esté objetiva y suficientemente informado sobre ella, Ramón García se reveló como cabeza del liquidacionismo de «izquierda» al desactivar el Comité Regional de Lima y arrastrar al ocultismo a la militancia aislándola así de las masas y de la lucha de clases. Esta desactivación, este ocultismo y este aislamiento expresaban, por otro lado, una solapada pero no por eso menos evidente oposición a la Reconstitución del Partido de Mariátegui. Es indudable, así pues, que García se opuso al liquidacionismo de derecha de Saturnino Paredes, pero solo para caer en el extremo opuesto: en el liquidacionismo de «izquierda».
Este liquidacionismo de «izquierda» es el primer episodio relevante del «buen viaje» de García y su grupo.
En el curso de la lucha interna del Partido durante el período 1970-1975, García se mostró políticamente impotente y, luego de la asonada del 5 febrero de 1975, visiblemente aterrado por la posibilidad, según él, de un «baño de sangre», se fue del país renunciando a su cargo en el CC del Partido y solicitando licencia por un año. Pero, con su licencia, García encubrió su renuncia al Partido, pues nunca honró su palabra de reincorporarse a las filas partidarias, poniendo así en evidencia un flagrante «anarquismo señorial».
Esta deserción del Partido, replicada por sus seguidores, es el segundo episodio relevante del «buen viaje» de García y su grupo.
Ya en su cómodo autoexilio, García procedió a dirigir a sus seguidores desde el extranjero (como Ravines, quien, durante buen tiempo, dirigió el Partido desde Chile), planteando, ya en la segunda mitad de los años de 1970, posiciones revisionistas concomitantes con su liquidacionismo (y que, luego, se expresaron en los cuatro números de la revista Punto de Vista, 1982-1983), posiciones asumidas alegremente por sus seguidores.
Esta forma de dirigir vía correspondencia,(1) estas primeras expresiones de su servidumbre con respecto al revisionismo contemporáneo y la extensión de tales expresiones entre sus parciales, es el tercer episodio relevante del «buen viaje» de García y su grupo.
Para que el lector se haga una idea del revisionismo de García, citemos algunos de sus argumentos iniciales. En el primer número de la mencionada revista, García publicó dos artículos en los que hizo públicos sus planteos sobre la experiencia histórica del socialismo, aunque, como se sabe, sin asumir con su nombre la responsabilidad de los mismos: «El movimiento comunista internacional en la encrucijada» y «La lección Polaca» (cuya segunda parte apareció en el número 3 de la misma revista). En el primero de esos artículos, se puede leer:
El no comprender esta necesidad de cambio [de aceptar «temporalmente el desarrollo de la economía mercantil»] hizo perder la brújula a los bolcheviques de la vieja guardia. Perdieron credibilidad. Y Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los errores de Stalin. Así pudo paralizar toda resistencia. El revisionismo subió al Poder. Pero, ¿significa esto un cambio de color en el país entero?
Pero la verdad es que aquello de un temporal «desarrollo de la economía mercantil», fue en realidad la aplicación de un programa general de restauración del capitalismo, cosa que tuvo su inicio en el XX Congreso (1956) y su desarrollo en el XXI Congreso (1959) y el XXII Congreso (1961).(2) Así, el revisionismo comenzó a restaurar el capitalismo, y no simplemente a implementar un temporal «desarrollo de la economía mercantil», como tramposamente sostuvo García. Por otro lado, la «crítica» de Jruschov de los errores de Stalin fue realizada desde una posición revisionista, y no desde una posición marxista. Finalmente, la declaración de García según la cual el ascenso del revisionismo al Poder no significó el cambio de color de la Unión Soviética, encierra la peregrina idea de que en el socialismo da lo mismo que el poder esté en manos de marxistas que en manos de revisionistas, es decir, que el revisionismo tiene la misma función que el marxismo: edificar el socialismo. Por eso en su artículo «La lección polaca» toda su argumentación parte del prejuicio de que Polonia era a la sazón un país socialista, ¡después de más de veinte años de gobierno revisionista! Este punto de vista es teóricamente falso y políticamente oportunista.
En el mismo artículo se puede leer también:
… el socialismo es un período de transición, y por ende sujeto a cambios; y…, en segundo lugar, el socialismo es también una sociedad imperfecta, aunque perfectible.
Por lo tanto, según García, en la Unión Soviética no hubo restauración del capitalismo y el «socialismo» allí era una realidad «perfectible».
Este oportunismo desembozado –recapitulado aquí concisamente–, con el que hundió más a sus seguidores en el pantano del revisionismo, es el cuarto episodio relevante del «buen viaje» de García y su grupo.
Luego, entre la segunda mitad de la década de 1980 y lo que va del siglo XXI, García llevó su revisionismo a su clímax: negación del marxismo-leninismo y del partido de clase, negación de la existencia del revisionismo brezhneviano y gorvachoviano, propuesta de un partido-amalgama y, como consecuencia de todo ello, negación de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y del PSP, falsificación del Socialismo Peruano, trabajo municipal como pretendido camino al socialismo, etcétera, etcétera, todo lo cual fue servilmente asumido por sus seguidores.
Este desborde revisionista es el quinto episodio relevante del «buen viaje» de García y su grupo.
Como se sabe en algunos medios, hace un tiempo García intentó fusionar su grupo con el partido de Jorge del Prado, representante tradicional del revisionismo jruschoviano-brezhneviano-gorvachoviano en nuestra escena nacional.
Este intento de fusionar su propio revisionismo con el revisionismo del partido de Jorge del Prado, es el sexto y último episodio del «buen viaje» de García y su grupo: último, porque semejante intento constituyó el momento culminante de la caída política de los liquidadores, es decir, el fin de su «buen viaje».
Estos son los irrefutables hechos históricos.
Ahora, pues, cualquier persona que sepa mirar los hechos cara
a cara, puede percatarse con toda facilidad de lo risible de la actitud de los
liquidadores de creer que ellos están de «buen viaje» y de desearles, con
pretendida ironía, «buen viaje» a los críticos de sus posiciones revisionistas.
Notas
[1] Desde su cómodo
autoexilio, García enviaba cartas y documentos a sus allegados, en los cuales,
entre otras cosas, hacía algunos planteos relativos a ciertas conclusiones de
la lucha contra el revisionismo contemporáneo. Entonces, inspirados en sus planteos,
Palomino sostenía que «Yugoslavia es un país socialista» y que «Tito es un gran
dirigente marxista-leninista» (a la sazón los liquidadores no habían renegado
todavía formalmente del marxismo-leninismo), y Aragón propagaba a los cuatro
vientos de que «los soviéticos están desarrollando el marxismo», que «la actual
dirección china es marxista-leninista», que «el XX Congreso del PCUS fue
correcto», que «la Perestroika es un avance del socialismo», y, además, un
tiempo después, que, con tal «avance», ¡los «países socialistas» estaban «a
punto de pasar al comunismo»!
[2] En el XX Congreso del PCUS el revisionismo
comenzó a crear opinión pública contra Stalin, lo que respondía a su programa
restauracionista. En el XXI Congreso Jruschov
declaró: «En el momento presente, la tarea práctica fundamental para nuestro país
es crear la base material y técnica de la sociedad comunista, un nuevo y
poderoso auge de las fuerzas productivas». En el XXII Congreso, Mikoyán sostuvo: «El nuevo programa del PCUS plantea la cuestión de un modo justo: lo
esencial para la victoria del comunismo es crear la base técnico-material… y
asegurar la abundancia… El problema se planteaba, en cambio, al revés. El
problema de la creación de la base técnico-material del comunismo ni siquiera
se esbozaba como cuestión importante y decisiva. En contraposición a ello se
consideraba que la base fundamental para el pasaje al comunismo era la
transformación de la propiedad koljosiana en propiedad de todo el pueblo… La
creación de la base técnico-material del comunismo es el fundamento de la línea
general del Partido». Como vemos, Mikoyán
tergiversaba sin más a Stalin, pues, como es sabido, este planteó tres
condiciones para el paso al comunismo: 1) aumento de la producción social; 2)
paso del sistema de propiedad colectiva al sistema de propiedad de todo el
pueblo; 3) el desarrollo de la cultura de todo el pueblo. Como se entiende, la
primera condición equivale a lo que Mikoyán denomina la «base técnico-material del comunismo», no obstante lo cual llega a decir, como hemos visto, que esta cuestión
«ni siquiera se esbozaba…». Esto, por una
parte. Por otra, al negar la necesidad de transformar la propiedad colectiva
koljosiana en propiedad de todo el pueblo, Mikoyán, igual que Jruschov, negaba
la segunda condición señalada por Stalin para el paso al comunismo: la
revolucionarización de las relaciones de propiedad (sustitución del sistema de
intercambio de mercancías por un sistema de intercambio de productos, paso de
la etapa del valor de cambio a la etapa del valor de uso). Así, pues, lo que
planteaban los revisionistas era la vieja teoría de las fuerzas productivas,
base del programa de restauración del capitalismo. Y ya la historia ha mostrado
al mundo el resultado de la aplicación de dicha teoría. Así que el primer «argumento incontestable» de Jruschov no
significó la superación del «error» de los bolcheviques, sino la implementación de todo un programa de
restauración del capitalismo. Esto es ocultado por García. Para los marxistas,
el desarrollo de las fuerzas productivas socialistas es parte de la teoría de
la revolución permanente sustentada por Marx en Las
luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, teoría que, dicho
sea, no se puede entender al margen de la concepción del socialismo expuesta por
Marx en «Crítica del programa de Gotha» y sin la explicación del Estado-Comuna
en La guerra civil en Francia. De manera pues que, el desarrollo de las fuerzas
productivas tiene sentido si se lleva adelante como parte de la revolución
permanente del proletariado, como parte de las tres supresiones y una
subversión expuestas por Marx, cosa que no era el caso del programa general del
PCUS desde su XX Congreso. Por eso la alegre afirmación de García de que
«Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los
errores de Stalin», es completamente errónea.
¿Para quiénes resultaron «incontestables» los dos argumentos de Jruschov? Pues, naturalmente, para los
revisionistas. Pero no lo fueron para los marxistas y, por eso, el PCCh, el PTA
y decenas de partidos proletarios levantaron su voz en defensa de Stalin y
desenmascararon el programa restauracionista de la camarilla jruschoviana,
programa que García presentó, como hemos visto, como «desarrollo de la
economía mercantil» y que, en realidad –como todo el mundo sabe– reveló
tempranamente su carácter restauracionista y que, por último, condujo a la
implosión de la URSS y el paso de este país del capitalismo monopolista de
Estado al capitalismo basado fundamentalmente en el capitalismo privado. Este
camino fue seguido, como también lo sabe todo el mundo, por los países de la
órbita de influencia de la URSS. Así cayó la sofistería esgrimida por todos los revisionistas, incluida la de
García.
17.12.2019.